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¿Qué pasa con los migrantes?

16/11/2023 | Actualidad
¿Qué pasa con los migrantes?

La globalización del mercado de trabajo

Hacia un trasiego global de trabajadores no cualificados

Hace unos meses, el Foro Económico Mundial se planteaba la mejor manera de que los países pudieran «aprovechar las reservas de talento laboral» lo más eficientemente posible a pesar de los cambios geopolíticos a nivel global. El uso de eufemismos no esconde el hecho de que se trata de discutir la mejor manera de distribuir a los trabajadores migrantes como si de gestionar ganado se tratase.

El ejemplo de éxito para el foro es el plan de colaboración entre Portugal e India para traer -de un modo bien regulado y controlado- mano de obra para los puestos de trabajo con menor cualificación. Las pésimas condiciones laborales de los trabajadores indios en el campo portugués son bien conocidas, y su amontonamiento en ciertos sectores y regiones aumenta las tensiones con los trabajadores y residentes locales.

Esta realidad no se limita a Portugal o Europa. Taiwán, por ejemplo, está aumentando sus cuotas de trabajadores extranjeros para la construcción y la agricultura, y parlamentarios de varios partidos surcoreanos están intentando pasar legislación para poder llevar trabajadoras domésticas al precio más barato posible con el pretexto de que serviría para compensar la baja natalidad del país:

La República de Corea se enfrenta a una pésima tasa de natalidad. Se necesita una solución práctica para la generación más joven, en la que las familias de doble ingreso son la norma

Todo esto basándose en el sistema de Singapur, notoriamente infame y donde los trabajadores viven hacinados y son transportados en camiones como si se tratara de muebles o ganado.

Pero esta situación no se limita a las grandes economías, han ocurridos grandes escándalos de explotación de trabajadores migrantes en países como Irak, y de corrupción y semiesclavitud en otros como Malasia, donde gran parte de la población está compuesta por trabajadores extranjeros:

Existe un gran número de trabajadores inmigrantes en Malasia, se calcula que unos cuatro o cinco millones. Oficialmente, son menos de dos millones, pero hay muchos trabajadores irregulares, así que es una gran proporción de la población activa; es una cantidad enorme, es decir, obviamente no es como en Oriente Medio, donde a veces es el 75-85% de la población, pero ya sabes, 5.000.000 es una gran cifra. En Malasia trabajan 15 millones de personas, es decir, casi un tercio de la población activa, y se ha centrado mucho en las industrias de exportación que requieren mucha mano de obra.

Bajo una lógica de «Divide et impera»

En algunos casos estamos hablando de una gran cantidad de trabajadores, lo que implica una manera de mantener a estos trabajadores lo más barato y apaciguados posible. La principal pasa por mantenerlos divididos -no solo apartados del resto de trabajadores no migrantes dentro del país- sino también enfrentados entre ellos según su origen étnico. Y no es un proceso simplemente accidental o espontáneo, es algo planificado directamente como en el caso del sistema de trabajo extranjero en Canadá, donde los granjeros emplean variablemente a trabajadores de uno u otro origen para contrarrestar las luchas salariales:

Esta división entre trabajadores de México y del Caribe ha formado parte del programa casi desde el principio. SAWP comenzó en 1966 con trabajadores jamaicanos, dijo Lozanski, y se extendió al Caribe hasta 1974, cuando decidieron incluir a México. Afirmó que la adición se hizo como una forma de quitar poder a los trabajadores caribeños que abogaban por mejores condiciones en el programa, por lo que el programa «se construyó sobre la premisa de la competencia [entre los trabajadores]».

«Había una sensación de que el Caribe estaba acumulando demasiado poder, y necesitaban equilibrar ese poder», dijo.

Los trabajadores son conscientes de que su sustento está totalmente en manos de los patrones, que pueden decidir no volver a invitar a un trabajador sin previo aviso, dijo Lozanski. Y así, sin más, un agricultor puede decidir sustituir a su mano de obra actual por trabajadores de otro país, lo que acentúa aún más la competencia entre los trabajadores.

No se trata solo de que los trabajadores locales se puedan sustituir por trabajadores extranjeros con salarios más bajos, como por ejemplo en los buses de Nueva Zelanda. Siempre pueden usar la vieja treta de usar a trabajadores extranjeros como esquiroles durante una huelga, como amagó recientemente la compañía de buses Transdev al «acoger» a refugiados ucranianos (supuestamente debido a la «falta de mano de obra») un par de semanas después de varias huelgas de conductores.

Sin embargo, los trabajadores superan las divisiones

A pesar de que los trabajadores migrantes sufren todos estas presiones externas para aislarlos y separarlos del resto de la clase, la tendencia a la centralización de las luchas, a unir las fuerzas entre todos los trabajadores por encima de las divisorias, emerge espontáneamente una y otra vez entre los trabajadores.

Por ejemplo en las manufacturas metalúrgicas y textiles del sur de Turquía, donde varias olas de huelgas salvajes desde 2017 han visto a los trabajadores turcos unirse a sus compañeros migrantes sirios para luchar por sus salarios y condiciones eligiendo a sus propios representantes en asambleas abiertas.

Siguiendo un proceso similar, los trabajadores agrícolas migrantes en Canadá -a los que tanto intentaron dividir artificialmente como vimos más arriba- ahora se organizan para apoyarse mutuamente por encima de las divisorias Caribe/México:

Dice que se ofrece voluntario para ayudar a los trabajadores a conseguir información y apoyo que le hubiera gustado tener cuando llegó. Añade que ha visto de primera mano cómo los trabajadores intentan ayudarse mutuamente, aunque no hablen el mismo idioma.

«La gente es consciente ahora, porque el mundo laboral está cambiando», dijo. «Básicamente se están ayudando unos a otros para estar alerta y ser conscientes de lo que ocurre en su entorno laboral».

Y para rematar, en el campo italiano los locales que quieren luchar por las condiciones de los migrantes no lo hacen como activistas externos, sino que se ponen a trabajar como jornaleros codo con codo con el resto, lo que por ejemplo resultó en un caso sonado de liberación de esclavos indios en el campo.

Sin embargo, este fenómeno no se limita a países y regiones en circunstancias especialmente difíciles, esta tendencia al acercamiento y unión de fuerzas entre los trabajadores migrantes y locales también se pudo ver recientemente en lugares como Gran Bretaña, donde las grandes huelgas en la sanidad han unido a los sanitarios locales con sus compañeros migrantes que traen consigo sus propias experiencias:

Durante el mismo periodo, miles de enfermeros han emigrado de Portugal a otros países, siendo el Reino Unido uno de los destinos favoritos. Muchos de esos enfermeros migrantes también están ahora en huelga, señala Macedo, porque son conscientes de su responsabilidad a la hora de luchar por unos servicios sanitarios de buena calidad y accesibles a todos. Los enfermeros que emigraron de Portugal al Reino Unido conocen demasiado bien los procesos de fondo que han socavado los sistemas públicos de salud, poniendo en peligro el derecho de las personas a la salud.

El estado británico no dejó escapar la oportunidad de debilitar al movimiento usando la posición vulnerable de los migrantes, y optó por enviar mensajes a los teléfonos móviles de los sanitarios migrantes amenazándolos con la expulsión si seguían con las huelgas. Esto fue ampliamente denunciado por los sanitarios británicos, consiguiendo que el estado diera marcha atrás pretendiendo que se trataba de un error.

A través de sus luchas, los trabajadores de distintos orígenes tienden a juntarse para defender sus condiciones y necesidades que, al fin y al cabo, son universales y empujan hacia una lucha que sólo puede ocurrir satisfactoriamente al centralizar todos los esfuerzos.

Y desarrollan nuevas formas de lucha y organización

Los trabajadores migrantes, debido a su propia situación no solo superan divisorias, sino que también aportan modos particulares de lucha. Principalmente debido a su menor encuadramiento sindical y nacional, sus huelgas y capacidad de asociación difieren de la norma. Por ejemplo, las huelgas de camioneros migrantes salen fuera del control de los sindicatos nacionales y se extienden por varios países a través de las fronteras:

Desde hace más de dos semanas, camioneros inmigrantes frustrados de Georgia y Uzbekistán están en huelga en varios países europeos por los salarios impagos y el trato abusivo de su empleador. La huelga comenzó en Italia y se ha extendido a Alemania. [...]

La huelga comenzó en un área de descanso de la autopista A22 en Italia hace unas dos semanas y desde entonces se ha ampliado con más conductores en huelga en áreas de estacionamiento en Gräfenhausen, Alemania.

Este tipo de acciones contrasta fuertemente con el comportamiento de las grandes huelgas sindicales, en las que se evita a toda costa la coordinación de los trabajadores más allá de las fronteras. Durante estos últimos años ha habido huelgas prácticamente simultáneas a ambos lados de varias fronteras europeas, desde huelgas en los almacenes Amazon de varios países hasta huelgas en la educación a ambos lados de la frontera francobelga, distintos sectores de la clase se presentaron completamente descoordinados aunque de hecho estuviesen librando la misma batalla.

Incluso en huelgas más locales, como en las huelgas del sector de la distribución en Italia, los trabajadores de la logística y los repartidores -en su mayoría migrantes- se organizaron independientemente, primero en 2012:

Bolonia cuenta tradicionalmente con un gran número de trabajadores inmigrantes, y con el auge de la logística a partir de la década de 2010 una nueva generación de trabajadores inmigrantes encontró trabajo en los almacenes. La ciudad alberga varias instalaciones logísticas, incluido el vasto polígono de transbordo Interporto, a las afueras de la ciudad. Está lejos de los focos, pero la economía y la política de Bolonia están entrelazadas con lo que allí ocurre.

La presencia de trabajadores inmigrantes es bien conocida, pero su relevancia en el sector logístico pasó casi desapercibida hasta que una serie de protestas en 2012 desembocaron en la primera huelga más amplia del sector en marzo de 2013 y en conflictos laborales a una escala que no se veía en Italia desde hacía décadas. [...]

Bolonia tiene una fuerte tradición de grandes sindicatos y activismo político, pero esto no parece ayudar a los trabajadores inmigrantes, por lo que buscan nuevos aliados en grupos autoorganizados y organizaciones de base. Puede que teman repercusiones, pero son una parte esencial de la economía y están lejos de ser dóciles.

Y luego en 2018 a través de apps y asambleas para coordinar sus huelgas:

El 15 de abril de 2018 se convocó en Bolonia la primera asamblea italiana de repartidores de comida a domicilio. Está claro que la dimensión urbana constituye el espacio para la organización de los repartidores, pero sin una red de coordinación es difícil oponerse al poder económico de las plataformas. Aquella tarde algo cambió en Bolonia. El episodio fue la chispa que desencadenó una de las experiencias más significativas de autoorganización de los mensajeros de las plataformas de reparto de comida, el sindicato de riders. No había estatutos ni carnés de afiliación: sólo una reunión a la semana, un grupo de WhatsApp para mantener a la gente constantemente informada y varios espacios de solidaridad urbana dispuestos a apoyar las actividades del sindicato.

No fue tarea fácil. Glovo y Deliveroo se niegan a aceptar la invitación, mientras crecen las huelgas de repartidores en Bolonia. Sólo dos empresas locales aceptaron la propuesta. Los sindicatos tradicionales parecen desdeñar la iniciativa, demasiado alejada de los cánones de las relaciones laborales a los que están acostumbrados. El sindicato de riders, en cambio, invierte en una movilización incesante, al tiempo que encuentra el respaldo de un grupo de abogados y espacios sociales dispuestos a apoyar su batalla.

Y entre los trabajadores agrícolas, más aislados del resto de la clase, se desarrollan también otros tipos de acciones. Desde marchas reivindicativas a traves de varias localidades, hasta la diseminación de «menús secretos» en cientos de restaurantes para llevar la realidad de la explotación en el campo a la mesa, literalmente:

Lanzado en febrero, el Menú Secreto se colocó de forma encubierta sobre los códigos QR de los menús de cientos de restaurantes, bares y otros establecimientos de Toronto y Ottawa, en una maniobra de marketing de guerrilla. Al escanear el código QR, los visitantes accedían al sitio web del Menú Secreto, donde podían informarse sobre el coste humano de la comida a través de nueve platos, como el «Dangerously Delicious Corn Bread», la «Pesti-Side Fruit Salad», los «Squashed Dreams Ravioli» y el «Wickedly Cruel Whiskey Sour».

Una situación complicada

Todo lo anterior son solo ejemplos de los últimos meses, mucho más ocurre cada día sin que aparezca en los medios.

Sin embargo, esta combatividad se encuentra siempre en un equilibrio precario. Su propia actividad y condición como trabajadores empujan a los trabajadores migrantes a luchar juntos con el resto de la clase, pero la dificultad de su situación en el extranjero como migrantes pueden empujarlos hacia el identitarismo étnico y religioso y el aislamiento.

Los movimientos identitarios, ya sean políticos o tengan tintes religiosos, siempre buscan a los trabajadores migrantes y/o las secciones más precarizadas de la clase para extenderse. La capacidad de los propios trabajadores migrantes, así como la de los trabajadores locales, para construir conjuntamente organizaciones y estructuras independientes y de clase es la clave para la mejora de las condiciones de todos.